Dos siglos de estudios e investigaciones han conseguido que se conozca la manera de comprimir y almacenar el elemento más abundante del universo en una célula o pila de combustible, que genera la energía necesaria para hacer funcionar prototipos de vehículos, autobuses de transporte urbano e incluso plantas industriales o baterías de teléfonos móviles con el único desecho de agua y calor. No obstante, la clave aún sin descifrar se halla en conseguir el hidrógeno de una manera limpia, sin que produzca una contaminación dañina para nuestro hábitat.
-¿Nueva revolución energética?
En definitiva, es posible que estemos asistiendo a los primeros pasos de una nueva revolución, similar a la que en su día supuso la máquina de vapor o el carbón. Algunos, como la Agencia Internacional de la Energía, incluso se atreven a hablar de una nueva revolución industrial que sólo produce como desecho agua y calor. Sin embargo, según los expertos, la inversión necesaria para construir una economía basada en el hidrógeno y las pilas de combustible se estima en varios cientos de miles de millones de euros. Y ponen un ejemplo: sólo la instalación de surtidores de hidrógeno en el 30% de las estaciones de servicio europeas costaría entre 100.000 y 200.000 millones de euros. Un estudio sobre la materia señala también que, a pesar de los esfuerzos, la Unión Europea está por detrás de Estados Unidos en cuanto a financiación de proyectos, donde el gasto en este sector es entre cinco y seis veces superior al que la UE dedica en su programa Marco de Investigación. Japón es otro de los países que está apostando fuerte por el desarrollo de esta nueva fuente energética. El país nipón prevé comercializar 50.000 pilas de combustible para vehículos en 2010.
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